Para mí, este viaje a Oaxaca es providencial. Recuerdo empezar mi primera clase de español en kindergarten. Imagínase, veinte niños cantando una canción así, “¡Chocolate! ¡Chocolate!” En el grado cinco, recuerdo un día en que mi maestra nos trajo comida buena de un restaurante local, Las Estrellas. También en la escuela preparatoria, aprendí sobre el Día de los Muertos, las momias de Guanajuato, los mineros de Potosí y los trabajadores emigrantes. Todavía, en aquél tiempo, no me di cuenta de una pasión para la cultura latina y la lengua hispana.
Venir a la universidad UNCW me abrió los ojos. Por la primera vez, vi la importancia y el poder de saber el idioma y la cultura hispana. En mis clases de español y en mi comunidad de iglesia, conocí a mucha gente que me inspiran continuar con energía mis estudios españoles. Antes de conocer esta gente, yo nunca había creído que tendría la habilidad (y el regalo) de hablar, escuchar, leer, y escribir español.
Yo estudio en la universidad para ser maestra. En mis clases de educación, mis profesores nos dicen, “Tienes que conocer a tuyos estudiantes.” Creo que esta clase y el viaje me podrán servir mis estudiantes (y mi comunidad) mejor.
